Logan es un personaje dual que se mueve, en la mejor línea darwiniana, como un eslabón adaptable en la cadena evolutiva, y esta condición de adaptabilidad es la que lo convierte en el perfecto antihéroe. Un conflicto no solo ético sino orgánico entre el camino salvaje, que le proporciona un solitario escenario de pérdidas y oscuridad, al internarse profundamente en sus instintos más primarios; y la necesidad de inclusión al grupo, su “pacto social”, en el que se somete a las leyes de los hombres y, con ellas, a los beneficios del concepto de familia.
En últimas, de eso trata Wolverine, de una disputa entre la barbarie (reflejada en sus relatos en solitario) y la sociedad, vista a través del filtro civilizatorio que le confiere el grupo de la patrulla x (además de otras agremiaciones a las que se ha sumado a lo largo de su historia). Es en el equipo de Xavier donde encuentra refugio y vínculos que lo acercan al potencial máximo de su humanidad, sin embargo su historia no está marcada por alegrías, sino por todo aquello a lo que debe renunciar en una senda de lobos que no corren en manada.
En sus relatos más intimistas como Origen, Honor y la aclamada Old Man Logan, podemos ver a un héroe decadente, sumido en sus temores y puesto en pie para la batalla gracias a la cólera bruta del animal interior. En cada una de estas historias asistimos al fracaso de lo humano y a lo mezquino que resulta el mundo para un ser incomprendido, que busca desesperadamente encajar. Por otro lado, cuando forma parte del grupo, se nos plantea una figura heroica que piensa en colectivo y está dispuesto al sacrificio máximo, como en el caso del arco argumental X-men días del futuro pasado, cuando el destino de la humanidad amenaza con convertirse en un frío campo de concentración para mutantes y humanos que les brinden apoyo.